Según la alcaldía, dormir en el suelo supone un riesgo en caso de incendio. Pero las normas parecen estar sembrando confusión al menos en un “centro de acogida” en Brooklyn, donde a los residentes se les dijo a principios de este mes que no se les permitía dormir hasta las 2:30 a.m., de acuerdo con un video obtenido por City Limits.

Daniel Parra

Un cartel en el Centro de remisión de pasajes para inmigrantes y solicitantes de asilo (Reticketing Center) en el East Village, donde los inmigrantes pueden solicitar otro refugio, aconseja a quienes necesiten un lugar donde pasar la noche que acudan a una iglesia de Brooklyn que ahora se utiliza como centro de acogida (Drop-in center).

Este artículo se publicó originalmente en inglés el 24 de abril. Traducido por Daniel Parra. Read the English version here.

El camino hacia el cumplimiento de un nuevo acuerdo sobre realojamiento de inmigrantes recién llegados por parte de la alcaldía ha sido accidentado: la administración ya incumplió un plazo judicial para eliminar la lista de espera de quienes buscan refugio.

Ahora, la alcaldía está animando a los inmigrantes a dormir en sillas en lugar del suelo en los centros de acogida (drop-in centers) de la ciudad —donde a menudo hay pocos servicios y quienes esperan una nueva cama pueden pasar la noche—, según ha revelado City Limits.

El 8 de abril, la ciudad de Nueva York empezó a aplicar nuevas normas de refugio a los inmigrantes recién llegados, exigidas como parte de un acuerdo de conciliación tras meses de negociaciones entre la ciudad y los defensores de las personas sin hogar sobre el derecho de los neoyorquinos a refugio.

Por décadas, ese derecho obligaba a la ciudad a proporcionar una cama a cualquiera que la necesitara, al menos temporalmente. Pero la administración de Eric Adams sostiene que nunca se pretendió aplicarlo a las “circunstancias extraordinarias” a las que se enfrenta ahora la ciudad, con decenas de miles de nuevos solicitantes de asilo que han entrado en el sistema de albergues en los dos últimos años.

Según los nuevos términos del acuerdo de conciliación, los inmigrantes recién llegados sin hijos que vuelvan a solicitar una cama después de una estancia inicial de 30 o 60 días sólo podrán optar por una prórroga bajo “circunstancias atenuantes“, como si tienen un procedimiento médico próximo, una audiencia de inmigración o han hecho esfuerzos significativos para salir del refugio. Los funcionarios dijeron a City Limits a principios de este mes que todavía están trabajando para establecer un sistema para hacer esas evaluaciones. 

Quienes estén a la espera de conseguir un refugio, según el acuerdo, pueden ahora pasar la noche en uno de los tres centros de acogida (Drop-in centers), dijo la alcaldía.

Si bien el acuerdo exige que los refugios de la ciudad cumplan unas normas mínimas —como número de personal adecuado y acceso a duchas y catres—, los ahora llamados “centros de acogida” no tienen los mismos requisitos.

Estos centros funcionan como los drop-in centers del Departamento de Servicios para Personas sin Hogar (DHS por sus siglas en inglés), donde la gente puede pasar la noche y dormir en una silla, pero no hay camas porque se trata de un espacio temporal y no se considera un refugio, explicó Josh Goldfein, abogado de Legal Aid Society, una de las organizaciones que negociaron el acuerdo sobre el derecho a refugio.

Antes del acuerdo de conciliación de marzo, los inmigrantes que volvían a aplicar esperaban a menudo días o semanas a que se les asignara otro refugio, pasando las noches en una de las cinco “salas de espera” de ese entonces, lo que significa que la ciudad utilizaba estos lugares como albergues de facto. Esta es una de las condiciones a las que el acuerdo pretendía poner fin.

“Tienen que dejar de utilizar las salas de espera como refugios”, explicó Goldfein.

El tiempo de espera actual para una nueva cama en el sistema de albergues es ahora mucho más corto, unas 24 horas, dijo la alcaldía. Según los nuevos términos del acuerdo, seguirán funcionando algunos centros de acogida para inmigrantes, destinados a atender a quienes rechazan otras ofertas de refugio, llegan tarde por la noche o solicitan un espacio temporal para permanecer bajo techo.

Daniel Parra

Fila en la antigua escuela St. Brigid’s de East Village el lunes, donde los inmigrantes cuyas estadías iniciales en albergues han expirado vuelven a solicitar refugio. La ciudad debía eliminar los tiempos de espera antes del 8 de abril como parte del acuerdo de conciliación.

Pero la transición parece estar sembrando confusión sobre las normas, al menos en un centro de acogida de Brooklyn. Durante los dos primeros días bajo el nuevo acuerdo que entró en vigor el 8 de abril, como informó City Limits, los inmigrantes que volvía a solicitar refugio fueron enviados a un  “overnight hospitality center” (centro de acogida para pasar la noche) en la Historic First Church of God en Crown Heights.

Durante dos días, 8 y 9 de abril, varios migrantes durmieron en el suelo de la iglesia. Pero las normas cambiaron el 11 de abril, según dijeron personas que pasaron la noche en el lugar. Un vídeo obtenido por City Limits muestra a un empleado del albergue diciendo a los migrantes esa noche que no podían dormir hasta las 2:30 de la madrugada.

“Por el momento, las reglas están cambiando, desafortunadamente eso es lo que nos dijeron hoy. No sabemos si va ser lo mismo mañana”, dice el trabajador en español a un grupo de migrantes sentados en mesas redondas en la sala de la iglesia, según el vídeo. “Hoy el estado nos dijo que hasta las 2:30 no se pueden dormir”.

“¿El estado?” alcanza a preguntar una mujer antes de que se alcen voces por la sala.

En ese momento, otro miembro del personal dijo en inglés: “Si quieren irse, pueden irse también”, muestra el vídeo obtenido por City Limits.

“Esto es nada más una ‘sala de espera’ para que no estén afuera”, dice el empleado en español más adelante en el vídeo. “No supone que se duerma, pero nosotros sabemos que son seres humanos y los dejamos que se acuesten, pero es ilegal”.

“Yo trabajo mañana, ¿entonces qué?”, pregunta un hombre a los empleados poco después en el vídeo. 

La alcaldía no pudo explicar por qué el personal dijo a los migrantes que no podían dormir hasta las 2:30 a.m., pero dijo que recomiendan a la gente dormir en la silla y no tumbarse en el suelo. La razón, dijo la alcaldía, es evitar un riesgo en caso de incendio al tener a la gente en el suelo.

“La salud y la seguridad de todos los inmigrantes en nuestro cuidado es siempre una prioridad. Por eso se pide a quienes decidan utilizar nuestros centros de acogida que no duerman en el suelo para evitar cualquier riesgo de incendio”, dijo Kayla Mamelak, portavoz de la alcaldía en un comunicado.

La oficina del alcalde dijo que no se trata de una norma rígida y que no se echará a nadie si intenta dormir en el suelo. Agregó que el personal de la iglesia de Brooklyn está contratado por MedRite, una de las empresas contratadas por la alcaldía para gestionar los refugios para inmigrantes. MedRite remitió las preguntas a la alcaldía.

Una persona que se alojó en la iglesia, quien pidió no ser identificada por temor a represalias, dijo que la noche en que se grabó el vídeo, los trabajadores no les dejaron dormir hasta pasadas las 2 a.m. “Al que se quedaba dormido lo despertaban”, dijo en español el colombiano de 34 años.

Permitir que los solicitantes de asilo y los inmigrantes descansen pero no duerman es similar a la decisión de la administración el año pasado de prohibir a los jóvenes sin hogar dormir en los centros de acogida gestionados por el Departamento de Juventud y Desarrollo Comunitario (DYCD por sus siglas en inglés) , según Jamie Powlovich, directora ejecutiva de Coalition for Homeless Youth.

Pero la alcaldía dijo que ya ha enviado normas actualizadas a los centros de acogida actualmente en uso para evitar que vuelva a producirse el malentendido sobre la hora de dormir. “Nos estamos comunicando con el personal in situ para asegurarnos de que disponen de la información adecuada para transmitirla a quienes pasan la noche”, añadió Mamelak.

Dave Giffen, director ejecutivo de Coalition for the Homeless, cree que “puede haber algunos problemas con algunos de los centros de acogida que no tienen claro lo que pueden y no pueden hacer”, mientras la ciudad sigue aplicando las condiciones del acuerdo. 

“Pero esperamos que todo el mundo actúe con compasión, humanidad y respeto por el hecho de que se trata de personas que ya han pasado por mucho y necesitaban un lugar donde descansar la cabeza”, agregó él.

“El personal intenta hacerlo lo mejor que puede”, dijo Goldfein, “en una situación en la que la verdadera solución es ayudar a la gente a conseguir vivienda”.

Reportería adicional de Jeanmarie Evelly.

Para ponerse en contacto con el reportero de esta noticia, escriba a Daniel@citylimits.org. Para ponerse en contacto con la editora, escriba a Jeanmarie@citylimits.org

Jon Bon Jovi acknowledges that the new documentary “Thank You, Goodnight: The Bon Jovi Story” is “a little overwhelming, emotional.” It’s also a proverbial warts-and-all presentation of his life, as well as the 40-plus-year career of the band that bears his name.

But Bon Jovi wouldn’t have it any other way.

“All I’ve ever wanted to sell was the truth,” the 62-year-old New Jersey rock icon explains via Zoom. “If you’re not gonna show it warts and all, don’t bother. This wasn’t a VH1 ‘Behind the Music.’ I wasn’t interested in a puff piece.”

“Thank You, Goodnight” — premiering Friday, April 26 on Hulu — is anything but that.

Over four episodes weighing in at nearly five hours, director Gotham Chopra, the son of philosopher Deepak Chopra and best known for his sports documentaries, digs into all aspects of the band, which has sold more than 120 million albums worldwide and been inducted into the Rock and Roll Hall of Fame.

Jon Bon Jovi performs during Rock In Rio at Cidade do Rock on Sept. 29, 2019, in Rio de Janeiro, Brazil. (Photo by Alexandre Schneider/Getty Images)

Chopra had access to band members present and past, including former guitarist Richie Sambora, controversial former manager Doc McGhee, Bon Jovi’s rarely interviewed wife, Dorothea, and others in the band’s orbit.

It’s also framed around the voice problems Bon Jovi has encountered in recent years that required vocal cord surgery in 2022.

The band has a new album, “Forever,” due out June 7 but Bon Jovi isn’t sure he’ll ever be able to tour again.

“The ‘if’ is getting smaller and further in the distance on a daily basis, but it’s up to God at this point,” he said.

He has no regrets about sharing that struggle — and other issues — in the documentary.

“It was uncomfortable,” he says. “People of our era, our age, we didn’t grow up with discussing mental health issues … alcoholism or anxiety. Now it’s commonplace, and so I don’t mind discussing those issues personally with our listeners because I find they’ve experienced the same things I have.

“If anything, I want them to feel closer to me as a man, as a writer, because I’m experiencing what you are — just differently.”

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“Challengers,” a sexy tennis love triangle from acclaimed director Luca Guadagnino and budding superstar Zendaya, has generated enough buzz and rave reviews that it may reach No. 1 in the rankings. 

But even if the story, directing and acting are all aces, to achieve greatness the movie still needs to provide genuine excitement and realistic drama on the court.

To provide an air of credibility, the film hired former pro and veteran analyst Brad Gilbert to consult on the film and to train Zendaya for three months; Guadagnino says she got so good he barely had to use her tennis stunt double in the film.

It should be an improvement over “Wimbledon,” with Kirsten Dunst and Paul Bettany, and not just because of “Wimbledon’s” flimsy dialogue. When Bettany reaches the Wimbledon finals, director Richard Loncraine relies on quick cuts, distracting camera movement, and close-ups of footwork and foreshortened shots from the players’ backs – they feel like shortcuts and drain away any sense that real tennis was played.

By contrast, “Battle of the Sexes,” which is less about tennis and more about Billie Jean King (Emma Stone) and the fight for women’s equality, gives its tennis showdown between King and Bobby Riggs (Steve Carell) its proper due. Directors Valerie Faris and Jonathan Dayton often shot from above and behind like a typical tennis match on television. This provides a familiar vantage point and allowed them to use tennis doubles, future pro Kaitlyn Christian and former pro Vince Spadea to have real rallies. (Rigg’s former coach and King herself consulted on the grips the players used and other details.) They also trusted the viewer and let points develop, including the moment of triumph where King shrewdly lobs to Riggs’ backhand and then finishes him off with a slice down the line. 

Good tennis cannot save a bad movie like “16-Love,” an insipid 2012 teen romance featuring Lindsey Shaw and Chandler Massey. Massey was cast partly because of his tennis skills and Shaw’s rival was played by Susie Abromeit, who had been a top-ranked junior but a weak script and poor directing renders all that irrelevant. 

On the other hand, good tennis can enhance a stronger movie, like the acclaimed 2020 French drama “Final Set.” Director Quentin Reynaud had played competitively as a youth and the star, Alex Lutz, trained enough to look believable during practice. For Lutz’s opponent in the big match, Reynaud cast French pro Jurgen Briand, who gives the points a thrilling realism, which makes Reynaud’s arty shots – swinging shadows and fancy footwork in the red clay as well as balletic slo-mo close-ups – feel earned, adding to the drama instead of distracting from it. 

There are plenty of movies and TV series that give tennis a cameo, typically for main characters who are amateurs. They frequently play the scenes for laughs – it’s often clichéd as in “Sabrina the Teenage Witch,” which wastes Andy Roddick as a coach in a scene that falls flat. But when done well, or with charming stars, it can still be effective: a brief scene in “Annie Hall” with Diane Keaton’s title character playing with a carefree glee perfectly introduces her “la-di-da” character; on “Seinfeld,” Jerry’s one good forehand launches a ball machine attack that nails Kramer in the head; and “Bachelor Party” is silly and forgettable but watching Tom Hanks childishly launch home runs while playing his future in-laws is still a delight. 

Then there’s the tennis as combat, whether played broadly in “Bridesmaids” to the soundtrack of AC/DC’s “Dirty Deeds Done Dirt Cheap,” or with more nuance as dramatic marital warfare between Jeff Daniels and Laura Linney in Noah Baumbach’s “The Squid and The Whale.” (The cheesiest version of this is “Hart to Hart,” the 1980s crime show that once featured Martina Navratilova as herself playing in a mixed doubles match; the overuse of closeups wasted Navratalova’s talent before the contrived plot devolved into an on-court shooting.) 

The exception is “Red Oaks,” a coming-of-age series that featured tennis prominently, with Craig Roberts as a tennis pro at the club and Paul Reiser, as a wealthy but aging weekend warrior. Set in the 1980s, it was able to capture the game as played at that level in that time. (Reiser’s opponent in the big season finale club match is none other than Brad Gilbert.)

Most movies with tennis as a notable part of the plot focus on elite athletes. Alfred Hitchcock’s 1951 classic, “Strangers on a Train,” depicts a tennis star Guy Haines (Farley Granger) caught up in the murder scheme of a psychopath, Bruno Anthony (Robert Walker). Taut and tense, but with little tennis, Hitchcock starts off the climactic match with long shots that capture the sport’s dramatic potential. But as the tension builds, Hitchcock, intercutting between Guy’s match and Bruno’s escapades, dilutes the tennis with close-ups, odd angles that don’t suit the sport and intrusive music. 

More impressive, tennis-wise, was “Pat and Mike,” the 1952 romcom with Spencer Tracy and Katharine Hepburn. While the movie pales compared to their other films like “Adam’s Rib,” it was written to display Hepburn’s tennis and golf skills. Hepburn had no stunt double and in one big match played Gussie Moran, a recent Wimbledon finalist. The rallies are realistic and well shot and there’s also an entertaining section when Hepburn’s character’s controlling fiance shows up and she becomes so distracted that her game falls apart as she hallucinates her fiance in the umpire chair and her racket shrinking while Moran’s grows.

Wimbledon, unsurprisingly, frequently commands center stage… or Centre Court. Beyond “Wimbledon,” there’s “Borg-McEnroe,” about the epic 1980 Wimbledon final. John McEnroe (Shia LaBeouf miraculously pulls out a 20-minute fourth set tiebreaker, 18-16, before Bjorn Borg (Sverrir Gudnason) coolly prevails 8-6 in the final set. 

While the film devotes 20 minutes to the match, it fails to do the tiebreaker justice. It does show dynamite points like McEnroe nailing a leaping backhand volley off a Borg lob, or Borg whipping a passing shot down the line. While the scenes can appear like actors doing impressions of the players in between their tennis doubles hitting the real shots, the rallies have an air of authenticity. But as tension mounts, director Janus Metz Pedersen loses interest in the tennis itself, shifting to close-ups to show emotional and physical strain along with montages that feel cliche. 

In “7 Days in Hell,” the tennis, such as it is, exists outside of criticism. This riotous Andy Samberg mockumentary parodies the longest match in tennis history, a three-day Wimbledon battle between John Isner and Nicholas Mahut that finished with the score of 70-68 in the final set. Samberg’s Aaron Williams ups his game by snorting cocaine he had hidden in his water bottle and the court’s lines. In this never-ending match, Williams and Kit Harrington’s Charles Poole have a lengthy rally at the net while both are prone after diving for shots. It’s as far from realistic as possible but it works perfectly on its own terms.

Ultimately, the greatest tennis film of all time is “King Richard,” directed by Reinaldo Marcus Green. In telling the story of Venus and Serena Williams and their father, Green featured more drilling and match play than any other film. He also frequently shot the tennis shots with a low camera angle from behind the players, allowing the viewer to see the action in a way that, say, “Wimbledon” did not, while still creating a sense of immediacy and urgency.

And in the final match at the end between 14-year-old Venus and Arantxa Sanchez-Vicario, he repeatedly mixed in mid-range shots with long shots while giving the points time to build dramatically as they would in a real tennis match. While the teen loses that match, it is fitting that when it comes to tennis movies, the undeniable champ features the unsurpassable Williams sisters. 

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